- Hola, mi nombre es Juan y soy adicto a mi agenda.
- ¡Hola Juan! – contestaron los integrantes del grupo AA (agendadores anónimos)
- Cuentanos tu historia – dijo uno de ellos.
- Todo comenzó a principios de este año; decidí estar más organizado con mis tareas, por lo que me compré una agenda.
Por Enero era todo normal, anotaba algunos cumpleaños, idas al dentista y partidos de fútbol 5 con mis amigos.
En Febrero pasé a registrar además, idas al baño para higienización y necesidades fisiológicas. De esa forma tenía:
9:00 – Cambiar el agua de las aceitunas
9:10 – Bañarse
9:30 – Lavarse los dientes
13:00 – Lavarse los dientes
14:00 – Liberar a Willy
18:00 – Lavarse los dientes
22:00 – Lavarse los dientes
Al comenzar el mes de Marzo incluí el sexo, por lo que le pedí a mi novia que registrara los días en los cuales quería hacer uso de mi cuerpo, así como también la posición que quería probar. De más está decir que mi media naranja encontró esta modalidad de intercambio de fluidos, un poco rutinaria y me dejó. Me di cuenta que había cortado la relación conmigo, cuando vi en mi agenda “hacerse la del mono” anotado todos los días a las 23:00.
Sin novia comencé el mes de Marzo, decidido a hacer más actividades y no sumergirme en la depresión. Asi fue como empecé a registrar idas al cine, carreras de kart, salidas a Ciudad Vieja y pubs con mujeres de poca ropa y mucho espíritu.
Para el mes de Abril ya estaba cansado del vacío en mi interior, por lo cuál decidí buscarme otra novia. Fue así que conocí a Andrea. Nuestra relación era cada vez más fuerte y a ella no le molestaba mi compulsión de anotar en mi agenda cada evento que vivíamos juntos; es más, lo consideraba romántico. Ella me dejó antes de Mayo y nunca me volvió a dirigir la palabra. Creo que su decisión fue influenciada por encontrar en mi agenda la fecha en la que yo había registrado que me iba a entregar el marrón. Nunca lo sabré…
En Mayo toqué fondo. Dos relaciones fallidas y una creciente manía de registrar cada momento de mi existencia en la agenda, hicieron que tomara la decisión de terminar con mi vida. Hubiera tenido éxito, a no ser porque mi madre encontró una anotación en mi agenda con la fecha y hora en la que pensaba suicidarme (metiendo una tostadora en la bañera) y cortó la electricidad.
Terminar abrazado de un electrodoméstico en la bañera a oscuras y blasfemando, hizo que decidiera buscar ayuda. Así fue que llegué aquí hoy.
Estoy orgulloso de decir que en el día de hoy, se cumplen 7 días sin hacer una anotación en mi agenda. Excepto que agendé esta reunión… ¡Mierda!